PUBLICADO EN

Mariana Favela,  La industrialización de la ciencia en la posguerra: El problema de la Tecnociencia. en Hernández-Vela, Edmundo (ed.), Paz Seguridad y Desarrollo III, UNAM, México, 2013. pp. 291-304.

Industrialización de la ciencia en la posguerra

El problema de la Tecnociencia

 

En La pregunta por la técnica Heidegger advertía la “sorda constricción a impulsar la técnica de un modo ciego o, lo que es lo mismo, a rebelarnos inútilmente contra ella y a condenarla como obra del diablo.”[1] Si como deduce Heidegger no hay nada técnico hay en la esencia de la técnica, podemos ser acogidos por una interpelación liberadora. Lo que nos permitiría romper con la supuesta inexorabilidad del ‘imperativo tecnológico’. Para eso, en el contexto actual, marcado por la violencia y el desequilibrio, más que pertinentes son urgentes los estudios que den cuenta del vínculo entre la investigación científico tecnológica y el poder. Se trata así, de un asunto vital para la política internacional.

 

Ninguna apología o condena absoluta es pertinente. Cualquiera de ellas debe fundarse en un diagnóstico claro, de ahí que el propósito de este ensayo sea apuntar algunas discusiones de la filosofía de la ciencia y la tecnología que pueden aportar elementos para pensar el problema de la actividad científica en el contexto internacional actual. Para ello tomo como pretexto el concepto de tecnociencia cuyo uso data de la década de los setenta del siglo XX, fundamentalmente en la filosofía francófona. La influencia que la obra de filósofos como Javier Echeverría ha tenido en la filosofía iberoamericana de la ciencia, justifica la necesidad de pensar con cuidado los presupuestos que dan forma a un concepto con el cual se pretende dar cuenta del carácter distintivo que adopta la investigación científica en la actualidad.

 

Procuraré argumentar que si bien el concepto de tecnociencia puede abrir importantes áreas para la reflexión, la propuesta de Echeverría sobredimensiona el carácter radicalmente nuevo de las dinámicas de la investigación científica para justificar la distinción que implica la incorporación del concepto de tecnociencia. Apunto que un riesgo grave de esa exageración es que presenta una visión distorsionada de la ciencia anterior a la segunda mitad del siglo XX. Visión que oculta la relevancia del vínculo originario entre modernidad-capitalismo y ciencia que sirvió y ha servido para dar fuerza y forma a la colonización.

 

 

Tecnociencia

 

La tecnociencia es un concepto cuya adopción en los estudios de la ciencia es en gran medida responsabilidad del filósofo francés Bruno Latour[2] a partir de la publicación de su obra Ciencia en acción en 1987.[3] Recuperando los principios de simetría y reflexividad del programa fuerte en sociología de la ciencia,[4] Latour evidencia los límites de las explicaciones tanto internalistas como externalistas. Los enfoques internalistas en la historia de la ciencia tradicionalmente se interesan por los aspectos relacionados con los procesos de producción y validación del conocimiento sin considerar aspectos externos, mientras las explicaciones externalistas insisten en el contexto, por ejemplo en los factores históricos y sociales.[5]

 

Lo que Latour denomina la antropología de la ciencia tiene como primera regla estudiar la ciencia en acción y no la ciencia o la tecnología ya elaboradas.[6] A través de diversos casos el filósofo sigue los pasos de científicos, describiendo los movimientos y trueques que dan forma a su actividad. Una de las reflexiones cardinales que apunta es la aparente paradoja en los mecanismos de retroalimentación entre la ciencia y los intereses políticos y comerciales. “La tecnociencia tiene un interior porque tiene un exterior.”[7] La imagen romántica y purista de la ciencia, aquella en que el científico aislado desarrolla sus investigaciones independientemente de factores exógenos como pueden ser los intereses industriales o políticos, se desmorona. Entre más independientes parecen los científicos, rodeados sólo de colegas, de acuerdo con Latour, “significa que son totalmente dependientes, alineados con los intereses de mucha gente; y a la inversa cuando son realmente independientes, no consiguen los recursos (…)”[8] para las investigaciones.

 

El concepto de tecnociencia cuestiona la arbitraria separación entre factores internos y externos de la ciencia mientras la antropología de la ciencia pone al descubierto que la frontera entre el adentro y el afuera de la investigación científica, se da en una suerte de espiral donde ciencia y sociedad quedan imbricadas. La palabra tecnociencia permite describir “todos los elementos vinculados a contenidos científicos, sin que importe lo sucios, inesperados o extraños que parezcan (…)"[9]

 

La tecnociencia implica una nueva dinámica en la movilidad de recursos, humanos y materiales y está redibujando las fronteras de la ciencia. La investigación de Latour abrió un espectro de reflexión en los estudios culturales de la ciencia y la sociología del conocimiento que resulta de gran utilidad para pensar el papel de la ciencia y la tecnología en la política internacional contemporánea. Para ello tomo como punto de partida tres características de esa dinámica: 1.El acoplamiento del interés científico al interés industrial, 2. Su carácter eminentemente bélico-militar y 3. El financiamiento público a través de empresas.

 

“El esencia, la I+D [investigación y desarrollo] es una cuestión industrial (tres cuartas partes de la misma se llevan a cabo en el seno de empresas), financiada por dinero público (un 47% en EUA). Esta es la primera transferencia masiva de interés: los científicos habrán alcanzado el éxito sólo en tanto hayan acoplado su destino al de la industria, y /o que la industria haya unido su destino al Estado (…) Los que están fuera entran en escena. En defensa se convierte en algo así como el 70% del gasto público en I+D. La tecnociencia es una cuestión militar.”[10]

 

La tecnociencia se hace en los costosos laboratorios pero también en corporaciones, empresas y oficinas de gobierno, donde se discuten los presupuestos y se deciden los propósitos de las investigaciones. Se requieren cantidades desproporcionadas de dinero y recursos, de tal modo que los científicos quedan sujetos a los intereses de quienes pueden financiar sus investigaciones, ligados a posiciones estratégicas, con los gobiernos y con las industrias más poderosas. Estableciendo una simbiosis entre el poder político-militar-industrial y la ciencia. “Hoy en día, ningún ejército es capaz de vencer sin los científicos, y hay muy pocos científicos e ingenieros que puedan vencer en sus discusiones sin contar con el ejército.”[11] El vínculo entre guerra y tecnociencia, de acuerdo con Latour, no se limita al desarrollo de sistemas armamentísticos. Abarca además la “movilización de recursos”, es decir, “la habilidad para conseguir que una configuración, formada por un número máximo de aliados actúe como un todo único, en un único lugar. La investigación en nuevos armamentos es uno de los puntos fundamentales pero también lo es la investigación en nuevas aeronaves y transporte, espacio, electrónica, energía y, por supuesto, comunicaciones. Casi toda la tecnociencia se ocupa de facilitar esta movilización de recursos.” [12]

 

En esos términos la tecnociencia tiene las características de la red porque los recursos se concentran en pocos lugares y países que constituyen nudos o nodos. Además se conectan en lazos o tramas y es por esas conexiones que se da la movilización de recursos “en una red que parece extenderse en todos los sentidos.”[13] Abarcando todo el planeta.

 

En algunos casos se atribuye a esa dinámica un carácter autónomo e incluso necesario. Como si el avance de la tecnociencia fuera una condición ineluctable del desarrollo científico y tecnológico. Cuyas consecuencias indeseadas o no planeadas fueran parte de la etapa más avanzada del conocimiento que ha vivido la humanidad. Sin embargo, como señala Jorge Riechmann, la “supuesta inexorabilidad del ‘imperativo tecnológico’ tiene más que ver con el potente impulso hacia el beneficio dentro de sociedades capitalistas, y con la supremacía militar, que con ningún otro factor.”[14] La tecnociencia, ha propuesta de Riechmann, debe ser vista no sólo como un resultado sino como un proceso “que incluye factores sociales, económicos, políticos, éticos y psicológicos, donde los valores e intereses humanos se hallan constantemente presentes (…)”[15] En suma, la tecnociencia es una parte fundamental del “metabolismo industrial”.[16]

 

La alianza de la tecnociencia con la industria en general y la industria militar en particular es una alianza estratégica y no casual. El poder político y militar necesita el conocimiento científico para cumplir sus objetivos y a su vez, la política científico-tecnológica fomenta la economía capitalista y su noción de progreso. La simbiosis entre los complejos militar-industriales y la tecnociencia es un pilar de la estructura de poder mundial de la posguerra. De acuerdo con Donna Haraway “La tecnociencia es la historia de esta globalización; la narración de un viaje de circulación sociotécnicas distribuidas, heterogéneas y unidas que configuran el mundo como una red llamada global.”[17] Haraway sostiene que la tecnociencia permite identificar una “modalidad espacio-temporal” que abarcaría del fin de la segunda guerra mundial a la fecha. Emerge, de acuerdo con la filósofa estadounidense, de los aparatos de los conflictos militares, de los aparatos del tráfico mercantil capitalista y de las estrategias de acumulación, de los aparatos de producción del espacio planetario o ecosistema y de los aparatos de producción de la conciencia globalizada, es decir, de las comunicaciones internacionales, específicamente las telecomunicaciones.

 

De acuerdo con Linares “el concepto originario de tecnociencia describió un cambio social significativo que ya se había consolidado debido a la fuerte interacción entre ciencia y tecnología.”[18] Existe un relativo consenso en aceptar que la tecnociencia surgió a mediados del siglo XX, con el fin de la segunda guerra mundial. De acuerdo con Javier Echeverría el informe Vannevar Bush de 1945, Science, the Endless Frontier dio el marco que posibilitó el cambio y la instauración “(…)de un nuevo sistema de ciencia y tecnología en los EEUU tras la Segunda Guerra Mundial. Dicho sistema CyT (SCyT) se consolidó en los años 50, primero en los EEUU y después en otros países, con las correspondientes variantes y especificidades.”[19]

 

La tecnociencia surge del esfuerzo estadounidense por construir y consolidar su reciente hegemonía política y militar. Alimentada por el impulso del modelo de la macrociencia[20]por ejemplo con el Proyecto Manhattan que sirvió para el desarrollo de las bombas nucleares. De tal modo que, el vínculo entre la tecnociencia y la industria militar es un lazo de origen.

 

Se puede identificar una segunda etapa de la tecnociencia tras la disolución de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría. A partir de entonces el financiamiento público se vuelve más discreto y los gobiernos, principalmente el estadounidense, hacen las inversiones a través de empresas y corporaciones privadas.

La industrialización de la ciencia conlleva la superposición de los fines pragmáticos de la tecnología. De acuerdo con Linares, los fines teórico-epistémicos, es decir, explicativos, quedan subordinados al objetivo pragmático-productivo y utilitario. Además implica la intervención de diversos sujetos en los proyectos científicos, por ejemplo “empresarios, políticos (agentes del gobierno), militares, y agendas de seguridad nacional (en algunos casos), expertos en publicidad y marketing equipos de abogados, grupos de expertos en cabildeo político.[21] Además de otros actores sociales que participan en la evaluación de la tecnociencia.

 

Coincido con Linares en que existe una superposición de los fines pragmáticos sobre los explicativos. Sin embargo, en el caso de los intereses y actores más que una superposición conviene hablar de una imbricación. Tomemos el ejemplo de los científicos que en las visiones puristas de la ciencia pre-tenocientífica son imaginados como meramente dedicados a la investigación desinteresada del conocimiento por el conocimiento.[22] Los científicos no son “devorados” por la maquinaria bélico-industrial. No es que los empresarios “invadan” el terreno científico, es que los científicos en muchos casos, son además empresarios. Riechmann cita una entrevista que merece la pena ser reproducida. Se trata de una entrevista a Luis Serrano, un biólogo molecular que ha participado en la creación de tres empresas de biotecnología y es asesor en otras dos de acuerdo con la nota periodística. “Y a la pregunta ‘es ya común que lo biólogos tengan empresas, el científico-empresario responde: Que se saque un sueldo extra haciendo consultoría no es raro. Lo raro en Estados Unidos es el científico que no está involucrado en alguna empresa. Y en Europa empieza a ser lo mismo. En España la cosa está cambiando, y ya hay varios científicos que han creado empresas en este campo (…)”[23]

 

La idea de los científicos como víctimas de la industrialización no da cuenta de la complejidad del proceso. La relación entre investigación científica y poder político-militar-industrial es anterior al periodo que procuramos englobar en el concepto de tecnociencia. La tecnociencia, en estos términos, nombra la dinámica que adopta la investigación científica en compañía con el capital transnacional en el contexto de la hegemonía estadounidense.

 

 

Panorama actual

De acuerdo con el Banco Mundial el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) que se inviertió en investigación y desarrollo a nivel mundial en el 2007 fue de 2.07%. Los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 2009 invirtieron 965 629.1 millones de dólares, de los cuales 755914.9 millones de dólares corresponden al G7 y de ellos 398194.0 a Estados Unidos.

 

Organización Millones de dólares (2007) Millones de dólares (2009)
OCDE 886 347. 1 965 629.1
G-7 715 329.6 755914.9
U.E. 262 985.0 297 889.6
Fuente: Elaboración propia con información de UNESCO Institute for Statistics y National Science Foundation

 

G7
País Millones de dólares (2007) Millones de dólares (2009)
E.E.U.U. 368 799.0 398 194.0
Japón 147 800.8 137 908.6
Alemania 71 860.8 82 730.7
Francia 43 232.6 47 953.5
Reino Unido 38 892.8 40 384.4
Canadá 23 781.0 23 991.1
Italia 19 678.1 24 752.6
FUENTE: National Science Foundation (NSF)

 

De la inversión total en investigación y desarrollo de los países que componen la OCDE, 41.23% corresponde a Estados Unidos. Estos son los nodos a los que se refiere Latour cuando afirma que la tecnociencia tiene las características de una red y que en ella los recursos se concentran en unos pocos lugares conectados entre sí. Por ejemplo, el gasto de de los cinco países que más invierten en investigación y desarrollo, equivale a 84.59% de la inversión total de los países miembros de la OCDE.

 

Países con mayor gasto en investigación y desarrollo
País Millones de Dólares

% financiado por

Industria

%financiado por

Gobierno

% PIB (2007)
E.E.U.U. 398 194.0 67.3 27.1 2.68
China 154 147.4 71.7 23.4 1.49
Japón 137 908.6 75.3 17.7 3.44
Alemania 82 730.7 67.3 28.4 2.54
Corea del sur 43 906.4 72.9 25.4 3.47
Fuente: Elaborada con datos del Instituto de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos.
 
Países que mayor porcentaje del PIB dedican a I+D
País Cantidad

% financiado por

Industria

%financiado por

Gobierno

% PIB (2007)
Israel 9 266.7 79.0 14.3 4.68
Finlandia 7 555.0 68.1 24.0 3.46
Suecia 12 494.9 58.8 27.4 3.60
Corea 43 906.4 72.9 25.4 3.47
Japón 137 908.6 75.3 17.7 3.44
Fuente: Elaborada con datos del Instituto de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos.

 

En casi todos los casos, la mayor parte es financiada por la industria y el resto por los gobiernos. Algo que las estadísticas no permiten apreciar es que muchas veces los gobiernos dan recursos a las industrias y empresas privadas de tal modo que la investigación privada es financiada por fondos públicos.

 

En materia de inversión privada a nivel mundial, las cinco empresas que más gastan en desarrollo e investigación son Toyota (Japón), Pfizer (EEUU), Ford (EEUU), Johnson & Johnson (EEUU) y Microsoft (EEUU). Se trata de áreas sumamente redituables, por ejemplo, la industria farmacéutica. Algo que salta rápidamente a la vista es que cuatro de las cinco empresas que más invierten a nivel mundial son estadounidenses.

 

Ahora bien, en Estados Unidos en el año 2009 la inversión del gobierno en investigación y desarrollo fue de 123 243 millones de dólares. El total dedicado a la investigación fue de 59 430 de los cuales 30 935 se invirtieron en investigación básica (52.05%) y 28 494 en investigación aplicada (47.94%), y 60 301 en desarrollo. En la década de los ochenta, de nueve dólares que se gastaban sólo uno se destinaba a investigación básica, la tecnociencia, sostiene Latour, “en general, es una cuestión de desarrollo.”[24]

 

De ese presupuesto las áreas estratégicas para el Estado son las más beneficiadas, por ejemplo el Departamento de Salud y Servicios Humanos (53.4%), el Departamento de Energía (12.0%), el Departamento de Defensa (11.0%), la Fundación Nacional para la Ciencia (8.3%), el Departamento de Agricultura (3.9%) y la NASA (3.2%). Las seis agencias en conjunto suman el 91.8% de la inversión federal en el 2010.[25]

 

Organizadas las cifras por objetivos, de acuerdo con la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos el apoyo gubernamental a la investigación y desarrollo dedicado a la defensa corresponde al 57.8% mientras los gastos de no defensa son el 42.2%. Cifras como esa hacen pertinente la afirmación de Latour quien sostiene que “(…) la tecnociencia es parte de una máquina bélica, y debe ser estudiada como tal.”[26] Una tendencia que no es exclusiva de Estados Unidos, pues de acuerdo con Riechmann “Hoy la investigación con finalidades militares, a escala mundial, recibe más del 30% de los recursos totales destinados a investigación y desarrollo (I+D)”[27]

 

El panorama general de la tecnociencia permite apreciar la enorme concentración de los recursos en pocos países, particularmente Estados Unidos. Dentro de esos pocos Estados, pueden identificarse claramente algunas empresas y agencias o departamentos gubernamentales dedicados a industrias altamente redituables o estratégicas. También es evidente que casi todos los fondos son dedicados a investigación aplicada y desarrollo así como en la investigación para la defensa, un eufemismo con el que se llama a la industria militar. A esto habría que agregar que sólo la cuarta parte de quienes se dedican a actividades relacionadas con la investigación son científicos, el resto son colaboradores encargados de la dirección, financiamiento o administración de los proyectos.

 

 

Límites del concepto

¿En qué medida se trata de un proceso radicalmente nuevo? ¿Acaso la alianza entre la ciencia y el poder capitalista no es una relación originaria? ¿Existía una ciencia autónoma de los intereses del poder que recientemente fue subsumida a la lógica industrial? Me parece que el concepto de tecnociencia mantiene su capacidad explicativa sin necesidad de evocar una concepción de la ciencia purista y romántica, insostenible a la luz de la evidencia histórica.

 

Javier Echeverría, por ejemplo, sostiene que la revolución tecnocientífica no es una revolución epistemológica o metodológica sino la transformación de la estructura de la práctica científico-tecnológica. “En particular, han cambiado los sistemas de valores que guían la actividad científica.”[28] La ciencia de los siglos XVII, XVIII y XIX y la gran ciencia del siglo XX se distinguen “por su ritmo de crecimiento, muy lento en el primer caso y muy rápido en el segundo.”[29] La cuestión, como señala Echeverría, es decidir si las diferencias ameritan la introducción de una distinción conceptual. Decidir si se trata de una distinción cualitativa o meramente cuantitativa.

 

Coincido en que existen rasgos que ameritan nombrar la especificidad del carácter que ha adoptado la ciencia en el capitalismo industrial en su etapa neoliberal. Así como se han introducido precisiones para nombrar las dinámicas que el capitalismo adopta en sus múltiples variantes. Sin embargo, la lectura histórica de la ciencia que propone Echeverría resulta peligrosa no por la caracterización que propone de la tecnociencia, sino por los atributos que reconoce en la ciencia anterior a la segunda mitad del siglo XX.

 

 

De acuerdo con Echeverría el cambio radical de la estructura de la actividad científica durante el siglo XX se da primero con el incremento del tamaño de la ciencia, es decir, el surgimiento de la Gran Ciencia.[30] Durante la segunda etapa de la tecnociencia, con la afirmación hegemónica del poderío estadounidense se produce una “mayor presencia de las empresas privadas y la informatización de la actividad tecnocientífica.”[31] Esta modalidad de la actividad científica se configura en Estados Unidos en la década de los cuarenta. “La investigación científica no se justificaba ya por la búsqueda de la verdad ni por el dominio de la naturaleza. Dichos objetivos, que caracterizaron la emergencia de la ciencia y la tecnologías modernas, siguieron existiendo, pero surgieron otros nuevos, mucho más específicos de la tecnociencia. En concreto, se trataba de garantizar el predominio militar, político, económico y comercial de un país.”[32]

 

Justificar la distinción conceptual negando que la ciencia, desde su origen, ha servido para garantizar el predominio militar, político, económico y comercial de los Estados que le dieron vida, es un error historiográfico pero también ético-político. Sostener que la ciencia antes de la segunda mitad del siglo XX era una ciencia preocupada por la develación de la verdad y desinteresada de la utilidad práctica del conocimiento, también es una grave falta con consecuencias ético-políticas significativas.

 

Fundamentalmente en un momento en el que las ciencias sociales y la filosofía han puesto en el centro del debate la necesidad de la descolonización epistémica. Negar que la ciencia sirve a los intereses del poder capitalista y que en alguna medida nació con ellos, es un error. Los modernos, como sostiene Latour, “separaron las relaciones de fuerzas políticas y las relaciones de razones científicas, pero apoyando siempre la fuerza sobre la razón y la razón sobre la fuerza.”[33] La ciencia, como la modernidad, nace ligada al capitalismo y a sus intereses.

 

Vivimos una era de cambios acelerados que responden a los ajustes y reajustes de un viejo sistema económico. Dar cuenta del papel que juega la ciencia en esos reacomodos resulta indispensable en el estudio de la política internacional y probablemente seguirá demandando una crítica continua de las perspectivas historiográficas que insisten en negar la dimensión epistémica de la colonización, cuya historia está estrechamente ligada a la de la ciencia.

 

Referencias

  • Bloor David; Conocimiento e imaginario social. Emmanuel Lizcano y Rubén Blanco (trads.), Ed. Gedisa. Barcelona 2003, 286pp.
  • Echeverría Javier; La revolución tecnocientífica. Fondo de Cultura Económica, Madrid,, 2003, 282pp.
  • Haraway Donna; Testigo_Modesto@Segundo_Milenio.HombreHembra©_Cooce_Oncoratón®Feminismo y tecnociencia. Helena Torres (trad.), Editorial UOC, Barcelona, 2004, 357pp.
  • Hernández Vela Salgado Edmundo; Diccionario de política internacional. Ed. Purrúa, Sexta edición, 2 vols., México, 2002,1295pp.
  • Hottois Gilbert; “La technoscience: de l’origine du mot à son usage actuel”, en J.Y. Gffi (coord.) Regards sur le technoscience. París, Vrin, 2006. 224pp.
  • Latour Bruno; Ciencia en Acción. Cómo seguir a los científicos e ingenieros a través de la sociedad. Barcelona, 1992, 280pp.
  • Latour Bruno; L´espoir de Pandore. Pour une versión réaliste de l´activite scientifique. La découverte, París, 2007, 347pp.
  • Latour Bruno; Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2007, 221pp.
  • Linares Jorge Enrique; Ética y mundo tecnológico. Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional Autónoma de México, 2008, 517pp.
  • Riechmann Jorge; Biomímesis. Ensayos sobre imitación de la naturaleza, ecosocialismo y autocontención. Catarata, Madrid, 2006, 362pp.
  • Riechmann Jorge; Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecología, ética y tecnociencia. Catarata, segunda edición, Madrid, 2005, 423pp.

Fuentes Electrónicas

  • National Center for Science and Engineering Statistics, National Science Foundation. Research and Development Statistics Program. http://www.nsf.gov/statistics/infbrief/nsf11324/ el 5 de noviembre de 2011.
  • Banco Mundial; Gasto en Investigación y Desarrollo. http://datos.bancomundial.org/indicador/GB.XPD.RSDV.GD.ZS
  • Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico; Gross domestic expenditure on R&D. http://www.oecd-ilibrary.org/science-and-technology/gross-domestic-expenditure-on-r-d_2075843x-table.
  • UNESCO Institute for Statistics, ONU, http://www.uis.unesco.org/Pages/default.aspx

Notas

[1] Martin Heidegger; “La pregunta sobre la técnica.” Conferencias y artículos. Ediciones del Serbal, Barcelona, 1994, p. 20.

[2] Donna J. Haraway; Testigo_Modesto@Segundo_Milenio.HombreHembra©_Cooce_Oncoratón®Feminismo y tecnociencia. Helena Torres (trad.), Editorial UOC, Barcelona, 2004, p. 314.

[3] Si bien Latour en alguna medida populariza el término, no es el primero en usarlo. “El primer autor que comenzó a emplear el concepto de ‘tecnociencia’ de un modo sistemático desde finales de los setentas fue Gilbert Hottois. El filósofo belga intentaba con dicho término establecer una clara diferencia con respecto a las concepciones sobe la ciencia y la técnica predominantes en aquellos años, las cuales seguían comprendiendo la ciencia únicamente como discurso teórico, y no como actividad pragmática; y la tecnología, meramente como ‘ciencia aplicada’.” Jorge Enrique Linares; Ética y mundo tecnológico. Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional Autónoma de México, 2008, pp.371-372. Cfr., Gilbert Hottois; “La technoscience: de l’origine du mot à son usage actuel”, en J.Y. Gffi (coord.) Regards sur le technoscience. París, Vrin, 2006.

[4][4] Cfr., David Bloor; Conocimiento e imaginario social. Emmanuel Lizcano y Rubén Blanco (trads.), Ed. Gedisa. Barcelona 2003, 286pp. De acuerdo con el programa fuerte la sociología del conocimiento científico debe observar los principios de reflexividad y simetría. El principio de simetría sostiene que las investigaciones deben “ser simétricas en su estilo de explicación. Los mismos tipos de causas deben explicar, digamos, las creencias falsas y las verdaderas.” La reflexividad se refiere a que “[E]n principio, sus patrones de explicación deberían ser aplicables a la sociología misma. Como el requisito de simetría, éste es una respuesta a la necesidad de buscar explicaciones generales. Se trata de un requerimiento obvio de principio porque, de otro modo, la sociología sería una refutación vida de sus propias teorías.” Ibídem., p. 38.

[5] Bruno Latour; L´espoir de Pandore. Pour une versión réaliste de l´activite scientifique. La découverte, París, 2007, p. 327.

[6]Bruno Latour; Ciencia en Acción. Cómo seguir a los científicos e ingenieros a través de la sociedad. Barcelona, 1992, 280pp.

[7] Bruno Latour; Ciencia en Acción… op.cit., p. 151.

[8] Íbidem., p. 153.

[9] Ídem.

[10] Ídem., p. 164.

[11] Ídem., p. 166.

[12] Íbidem.

[13] Ídem., p. 174.

[14] Jorge Riechmann; Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecología, ética y tecnociencia. Catarata, segunda edición, Madrid, 2005, p. 320.

[15] Íbidem.

[16] Riechmann utiliza la metáfora del metabolismo para referirse a “las pautas de intercambio e materia y energía entre el sistema y su entorno.” Jorge Riechmann; Biomímesis. Ensayos sobre imitación de la naturaleza, ecosocialismo y autocontención. Catarata, Madrid, 2006, p. 287.

[17] Donna Haraway; Donna J. Haraway; Testigo_Modesto…op.cit., p. 29.

[18] Jorge Enrique Linares; Hacia una ética para el mundo tecnológico… op.cit., p. 372.

[19] Javier Echeverría; La revolución tecnocientífica. Fondo de Cultura Económica, Madrid,, 2003, p. 20.

[20] Conocida en inglés como Big Science. Jean Franςois Lyotard, por ejemplo, asocia el término tecnociencia con la macrociencia. Jorge Enrique Linares; Hacia una ética para el mundo… op. cit., p. 372.

[21] Ídem., p. 378.

[22] Si bien Javier Echeverría es reconocido como uno de los filósofos que recientemente ha dedicado más esfuerzos a la sistematización del concepto de tecnociencia, disiento de su análisis histórico de la Guerra Fría pero sobre todo de su caracterización de la ciencia anterior a la segunda mitad del siglo XX. Tiende a exaltar de manera injustificada el carácter nuevo de la estrecha relación entre ciencia y poder, lo que entre otras cosas tiene genera una visión romántica y distorsionada de la ciencia.

[23] Jorge Riechmann; Un mundo vulnerable… op.cit.

[24] Bruno Latour; Ciencia en acción…op.cit., p. 163.

[25] Michael Yamaner, Research and Development Statistics Program, National Center for Science and Engineering Statistics, National Science Foundation.

Consultado en http://www.nsf.gov/statistics/infbrief/nsf11324/ el 05 de noviembre de 2011.

[26] Bruno Latour; Ciencia en acción., op.cit.

[27]Jorge Riechmann; Un mundo vulnerable… op.cit. p. 328.

[28] Javier Echeverría; La revolución tecnocientífica… op.cit., p. 12.

[29] Ídem., p. 20.

[30] Ídem., p. 25.

[31] Ídem., p. 27.

[32] Ídem., p. 28.

 

[33] Bruno Latour; Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2007, p. 66

Oaxaca, México. 

hola@favulas.com