Este texto se publicó en el libro Senti-pensar el género, editado por la Red de Feminismos Descoloniales y la Red IINPIM a raíz del seminario Repensando el género desde adentro.
La razón cercenada es una conversación en voz alta con Xuno López Intzín, cofundador e integrante del colectivo Yip Sch'ulel Ko'tantik. Es un diálogo con su trabajo, Ich'el ta muk': la trama en la construcción del Lekil kuxlejal (vida plena-digna-justa), también publicado en Senti-pensar el genero.
Escribí La razón cercenada unos meses después de una intervención quirúrgica invasiva, cuando recién comenzaba lo que sería una larga temporada de recuperación que poco a poco devino en una nueva forma de habitar.
La palabra de Xuno López Intzín da pretexto para pensar un sentimiento que tengo. El de sentirme cercenada. Cortada por esa que Xuno llama una "razón irracional e indolente".
Desde niña escucho decir que somos partes. Parte de la sociedad o parte del cuerpo, pero para serlo nos han partido. En la escuela y en la vida, que es la verdadera escuela, cortamos y recortamos todo el día. Cortamos para saber "mejor", cortamos para curar, cortamos lazos para crecer, cortamos y recortamos sin saber sembrar. Creemos posible crecer sin raíz ni tierra. De una en uno, cercenadas hasta el límite quedamos encerradas en un silencio sordo, no escuchador sino frío e indiferente. Indiferente quizá porque no es capaz de mirar más allá de una parte. Un silencio que más que silencio es un vacío solitario. Un trozo que solo carece de sentido.
Esa domesticación que calla al corazón, que lo petrifica, nos hace estériles, incapaces de vivir la vida. Cercenadas, escindidas por fronteras artificiales de nombres cada vez más largos y rebuscados. Palabras tan largas donde cabe tan poco. Entre epistemologías, fenomenologías y filosofías quitamos el filo que quiere, el que siente y ama, para quedarnos sólo con el filo que corta.
Un muro indigno es el que nos rebanó la mente y el cuerpo, negando que el saber son esas afecciones que se sienten profundas y vivas en la piel, en el corazón. Enajenadas en la objetividad y neutralidad del conocimiento nos perdemos sin darnos cuenta de su esterilidad. Cuando escucho a Xuno, lo que más me gusta, es ese sentí-pensar que reivindica un corazón pensante y un pensamiento latente, corazonado. La verdad es que quien piensa que pensar no es sentir, tampoco piensa, sólo habla y habla solo.
Ya me había puesto a hacer una lista de malestares que sonaba a tarea de geología de tantas piedras y petrificaciones, aunque a mí las piedras me parecen más tibias, cuando me miro el corazón frío y solo, lo veo como metal, pero bueno. Estaba ya encarrerada en la minerología del corazón y en la carnicería del pensamiento y nombrando cortes de saberes cuando me di cuenta de la felicidad que me despierta leer la esperanza. Creo que esa es la parte más rica de lo que en este encuentro se ha hablado. Porque al final podemos hundirnos en la esterilidad de nuestras filosofías recortantes o atender la matriz creadora de la palabra.
La palabra de Xuno es una sabia porque viene de lejos, de lejos en el tiempo y la memoria. De ahí, del tiempo hecho memorias se puede in-surgir. Porque no se puede insurgir de la nada, del vacío, ni de la soledad. Se nos ha olvidado cómo tejer porque ya sólo nos vemos partes, nos vemos unos. No nos vemos pares ni paridas. Nos vemos muchas pero nos vemos solas. Sin percibir que el puente más firme, el hilo que nos teje es la palabra, que el futuro que crece es la palabra-semilla, no el de la esterilidad solitaria. Esa que puede ir y venir, no recto sino veredeando. Esa palabra que hace y encuentra camino porque siente. Y no siente pena de ser también espíritu, porque la domesticación empezó cuando nos convencimos de que el espíritu es cosa privada, de cada quien. Nos pasamos la vida negando al espíritu y haciéndonos nudo el corazón.
Hemos de aprender a pepenar escuchando, darnos cuenta de que nada se adquiere sino que se siembra, pero lo haremos encontrando nuestro ritmo, como las manos que danzan acariciando el telar, como nos cuenta Xuno. Ese ritmo cuando es prisa es que cercena, que se enreda en vez de tejer. Tejemos sueños porque los sueños son posibles, no lugares inalcanzables o fantasías irreales. Ojaláen esos sueños reconozcamos que todas tenemos costumbre y que ésta no siempre es buena.
Quisiera hilvanar este cuerpo cercenado arbitraria y absurdamente, recortado en partes inconexas y autárquicas, funcionalizado hasta la demencia. Empezar en la academia donde decimos mucho y nos complicamos más para ver cómo decimos lo menos de nosotras. Reconocer la miopía de esta cultura incapaz de mirarse a sí misma como particular, como una entre otras. Empezar por mirarnos y recordarnos el corazón, empezar por sentir.
*Publicado en Senti-pensar el género. Perspectivas desde los pueblos originarios. Red de Interdisciplinaria de Investigación de los Pueblos Indios de México (INPIM), ed. México, 2013, pp.107-110.